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  • Foto del escritorVago Flores

De qué chingados trata la vida

La neta, ando bien pinche volado. Pa’ cerrar el año pasado —sí, ese año de la chingada que todos queremos olvidar—, un chingón de la industria, profesor y al que tengo el gusto de poder llamar amigo, Antonio Alfaro, me invitó a un streaming pa’ platicar, bueno, de mí… Más allá del narcisismo, el experimento se disfrutó muy cabrón.


No vengo a hacerte una recapitulación de eso, ¿cómo pa’ qué si pue’que ya lo viste o si lo puedes ver en este enlace?


Desde muy chamaco le entré al teatro musical. Me sé desenvolver frente a un escenario o frente a la pantalla, frente al foco de atención. Pero eso no quita que me da un chingo de nervios. Quizá la raza no se percató de ello, pero a lo largo de la plática, me chingué unos cuantos mezcales —unos cuantos de más—, al punto en que me empedé. No afectó la veracidad de mis palabras; en todo caso, creo que las avivó. Me soltó la lengua de a madres.


Precisamente en esa lengua afilada y el fuego mezcalero, se avivó tanto la charla. También por ello, no pudimos adentrarnos tanto en todos los temas que tocamos. Y cómo me encantaría poder volver y darnos vuelo, pero por mientras hay uno en particular al que le sigo dando vueltas, que me da motivo de estar aquí sentado: el pinche tema, precisamente.


Mis chamacos que han tomado clases conmigo seguro siguen hasta la madre de esa palabra. Pero me parece importante empezar las araciones del año con este concepto, pues, son el inicio de mi escritura…


Pa’ no hacerte el cuento largo —ya has de saber que me gustan las historias breves—, el tema no es otra cosa que qué quiero decir con mis obras, qué quiero compartir. ¿Cómo chingados me voy a sentar a trabajar si no sé en qué estoy trabajando? Todos, neta todos, tenemos algo que decir; el gran pedo es distinguir qué. Y, peor aún, estoy hasta la madre de encontrar en la industria la simpleza con que se aborda.


—¿De qué trata tu obra?

—Del amor.

¡Ah, mira! Qué pinche profundo…


Existe un número muy limitado de conceptos humanos. La mayoría ya los trataron cabrones más grandes que nosotros. No interesa que los enlistes y los vomites una y otra vez. Ya sabemos que hay obras de amor, de pérdida, de éxito, de celos, de vida y muerte, de honor, de exilio… tenlo por seguro. Por eso valen madre los conceptos; a lo mucho son un punto de partida muuuy primitivo; ni siquiera una semilla, sino una espora que quizá germine. Quizá no.


Entonces, ¿cómo chingados se identifica un tema? He descubierto varias fórmulas, pero las más simplificadas son por conflicto, por resolución y por definición. Básicamente, la postura individual que debe tener cada creador: hablar del amor contra el dinero; de que la soledad conduce a la libertad; quizá que la locura es la única respuesta a la monotonía… ¡No sé! Cualquier criterio que te hayas formado como persona. No veo, escucho, leo historias para documentarme del mundo; lo hacemos para compartir perspectivas, para ampliarlas, para identificarnos o debatir, pa’ no sentirnos solos…


Y ahí está la cosa; repito, todos tenemos algo que decir —y ya no hablo de la literatura ni del arte, hablo de la vida—, pero somos tan güevones que no nos sentamos a cuestionar qué —el por qué ya es otro pedo—, no nos damos a la tarea de buscar los mensajes en nosotros. Qué mundo tan chingón en el que puedes identificar de qué va la cosa PARA TI, y, mejor aún, en el que pudieras compartirlo. En el que puedes decir, con plena seguridad, no que lo más bello es “el amor”, sino que “el amor conduce al descubrimiento de quién eres”, o cualquier otra cursilería que se te pueda ocurrir pa’ darle estructura a la vida.


No soy quién pa’ decirte qué creer. Sólo soy un pendejo al que le encanta descifrar los temas en la vida, mi vida, y en las historias, y compartirlos con los demás. Sé que nunca terminaré de descubrir el chingado tema de la vida, pero al menos me da calma, alegría, seguirlo intentando.


Si tuviera que compartirte un tema ahora mismo es que hablar de neta, honesto —con mezcales o no—, suele llevar a la ligereza de cada uno, nos suelta. ¡Ah! Y que los streamings son divertidos. Quizá haga más.


[Ahí te dejo de tarea descifrar qué fórmula utilicé.]

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No todo lo que escribo es seda.

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