Me siento de la chingada. Estos días no he dormido bien, los músculos se acalambran débiles y la cabeza me marea.
Los dedos se arrastran por el teclado y corrijo más que de costumbre. Los veo temblar, apenas se sostienen en el escritorio. La música me da migraña y cualquier ruido me pone de un humor de la chingada.
Sé —antes incluso de terminar— que esta dívague será breve. Carajo, bien podría terminarla en este párrafo... pero no lo haré. Me mantengo terco y leo un mensaje privado por IG.
¡Gracias por compartir! Creo que es muy interesante y difícil lograr que las personas sientan algo con los escritos, y me ha pasado con los tuyos...
No estoy de narcisista. Ni siquiera pretendo llenar más esta dívague y que te mantengas más tiempo en el blog.
Lo comparto, primero, para agradecer; no es la única persona que me ha apoyado y dado aliento en este delirante viaje de lanzarme al público. Me mantienen a flote, dalias y cabrones.
Segundo, por el enunciado tan simple, pero tan complejo: "... es difícil que las personas sientas algo con los escritos".
Llevo días dándole vuelta. ¿Por qué? ¿Por qué es tan difícil que las personas sientas a partir de las letras? Y, más importante, ¿por qué ese es mi trabajo? Durante años he escuchado y mentado por todas las frases con que se denigra al artista. Cuando una obra cumple, se agradece. Cuando no, se le escupe. No hay punto medio. No hay comprensión.
El artista tiene que ser grandioso o no es.
Esta idea de que no sólo muere de hambre —porque ¿cuál trabajo?—, sino que muere por su arte. No contamos con muro de contención; sólo una caída libre al vacío. La única opción es vivir en paranoia y ansiedad constantes, anhelando la aprobación de personas que no conocemos... Sin ella, sin ese grito acalorado, no existes.
Veo de nuevo mis manos derrotadas, heridas, con llagas, sucias... Ahí están. Ya escribí dos minutos de lectura para ti. Con o sin aprobación, existo, soy.
Me mantengo tranquilo si te provoco emociones con mis palabras. No es mi obligación; de nadie más que tuya, supongo. Pero, cómo es cabrón llegar a este punto; aceptar que no habrá comprensión de nadie, si no me la doy yo primero. Tengo que creer en mí. Nada de esto lo digo con un afán ególatra: "Me vale madre mi lector, mi público", mamadas. Tengo una obligación contigo, sí, pero no como escritor... Como persona.
Me atrevo a escribir estas palabras porque así lo decido, porque aún me queda un poco energía, porque quiero provocar un cambio en ti, porque quiero que leas. Pero no lo necesito. Lo que necesito en este momento, es descansar. Me llevo mis manos y te escribo pronto que me sienta mejor.
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