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  • Foto del escritorVago Flores

Mentira blanca

Empiezo sutil: no te preocupes. Sonreírte sin motivo, con distancia; quizá ni cuenta te das —sé que yo te quiero dar algo más. "Tranquila", te digo con hoyuelos en las mejillas, hablo de buenos recuerdos, continúo…


Te tomo de la mano. ¿También la sientes húmeda? Qué coincidencia. Ha de ser por el rocío en el parque; sí, en el que caminamos. Burlémosnos del niño gordo, el que no puede subir al resbaladero. Está bien, no me regañes. Sólo era una broma. Ya van tres, creo.


¿Qué es eso? El robo de un primer beso.


Y dos…


Ya van tres... meses. Qué rápido, ¿no? No, rápido es mi pulso. Evado la mirada. Bailo con ella. Todo por no ver la tuya, ¿no? Paso de zig-zags, a rectas, hasta llegar a curvas. Ajenas. "¡Qué te pasa!". ¿Conmigo en general o por mi cabeza en específico? Bromeo, bromeo…


Pero no.


Al final, soy poeta, no payaso. Que si actúo como tal es otra historia —recuerda que se me dan—. De nuevo, las manos; ya no hay sudor. Ha de ser por el frío.


Es temporada de naranja y polvo en nuestros rostros, en el aire, en la banqueta que pisamos. A dedos separados, como cuando sonreía con hoyuelos. Bueno, cuando sonreía contigo. De nuevo en nuestro parque. Ya no está el niño gordo. ¿O ya no es nuestro parque? Claro que sí. Continúa mi mentira. La cosa es que yo soy el único que la cree.

No todo lo que escribo es seda.

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