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  • Foto del escritorVago Flores

El pecado de no tener nada

El pecado original es la corrupción del hombre. No porque lo diga la Biblia, sino porque es inerte a nuestra condición como seres humanos: nos corrompemos unos a otros. Rafael Chirbes muestra dos sociedades en Pecados originales, la que intenta salvarse de la corrupción tras el franquismo español en “La buena letra”, y la que cedió ante esta caída en “Los disparos del cazador”. Ambas noveletas nos llevan de la mano con voces maestras del narrador. Relatos no muy complicados ni enredados; su simpleza es lo que las hace tan impresionantes obras literarias. La miseria es el hilo conductor de los dos relatos. Con Ana, la narradora de “La buena letra”, vemos una familia intentando sobrevivir a las carencias, intentando salir adelante a pesar de las complicaciones de la vida, una miseria económica que se distorsiona a una familiar. Donde, entre padres e hijos, no pueden ni conversar. En “Los disparos del cazador”, por otra parte, la miseria es personal, íntima. El dinero no es una complicación para Carlos, el narrador; al menos no en el presente narrativo. Quizá en un pasado fue un joven obrero, el niño de los encargos de una familia de buen prestigio en el pueblo, pero ese no el Carlos que nosotros vemos: ese hombre sin escrúpulos, amante de más, vicioso, insatisfecho. Su miseria radica en la soledad que lo rodea, en la que termina. Uno podría pensar que la miseria se alivia con dinero o con poder, pero el mensaje que transmite Chirbes en Pecados originales radica en que la miseria se sana con la verdad. Una verdad que el pueblo español se negaba a ver, a señalar. Sus narradores, en el filo de la vida, no pueden más que hablar, más que expiar sus demonios, por mucho que estas verdades puedan doler, por mucho que no quieran revisar su pasado, éste seguirá ahí… Con tal de dejar el sufrimiento y la miseria, tendrán que enfrentarlo. Cual Jean Valjean en Los miserables, sólo cuando todo lo perdió —incluso la miseria—, puede renacer. Así han de terminar los personajes de Rafael Chirbes, expiándolo todo con tal de liberarse de su pecado original.

No todo lo que escribo es seda.

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