En la mañana entré al baño, lancé mi playera a un rincón, puse mi música pa'l regaderazo y, desnudo, observé el espejo.
Estudié los pliegues, los vellos que no he rasurado por flojera, dientes que evidencian cuánto fumo, un dolor de garganta al que me he acostumbrado con los años, canas...
Me extraña arrancar nuevo año. Cada uno viene cargado de expectativas. "Nuevo año, nuevo yo". Más allá de mamadas astrológicas, espirituales, religiosas, morales..., seamos honestos: no has cambiado desde ayer, desde el treintaiuno del año pasado.
No soy pesimista, ni creo que las personas no puedan cambiar. Agüevo que sí. Pero ¿qué tanto nos toma?
Encendí la regadera y me dejé enjuagar por el agua hirviendo. Palpé los músculos y los huesos que me soportan, eché atrás mi cabello, lo exprimí. De a suspiros, terminé.
Si tan sólo fuera tan fácil como dejar el agua correr. Abrir y cerrar una llave que todo se lo lleve; el pasado, los recuerdos, el veneno...
Temblando, tomé una toalla y seguí. El espejo empañado velaba mi figura, mientras pensaba en lo ridículo de la rutina, en lo pesado de mi pensamiento, en el cansancio al inicio de cada día.
"Esto no lo puedo publicar, no es el mensaje que quiero que me lean", pensé exhausto. "¿Para qué envenenar a mi lector?". Ahogado en mi dívague, la playlist cambió:
You've got to get up every morning, with a smile in on your face
And show the world all the love in your heart.
Then people gonna treat you better
You're gonna find, yes, you will,
That you're beautiful as you feel...
Me senté en el escusado para abrochar mis botas y gotas cayeron en el suelo y sobre mi pie desnudo. Lloré. Estúpido como soy, lloré sonriendo. Me dejé caer contra el respaldo del baño y escuché el resto de la canción.
A veces, lo único que necesitas es una buena canción y replantearte tu perra vida.
Fumo un chingo, tengo pedos del intestino, mi espalda parece barranca, no estoy ni cerca económicamente de lo que pensé; la pandemia no ha acabado —aunque hay quienes se esfuerzan en ignorarla—, seguimos en el mismo trabajo, oímos la misma música, leemos los mismos libros...
Camino los mismos senderos, pero aun así, ahí estaba, emocionado y cuestionando qué iba a escribir, qué les quería compartir. Qué puta vida tan chingona en la que me puedo sentar en el perro escusado y que mi mayor problema sea si puedo o no decirle algo a quien me lee.
¡Mames!
Todavía sin playera, pasé mi mano frente al espejo y desempañé todo. Emocionado, lo desempotré de la pared y me acerqué para apreciar más canas.
Chingue su madre, no se me verán mal.
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